" Todo comenzó muy lejos; en Europa. Los industriales Alemanes necesitaban el fruto de una planta criolla (muy común) llamada dividive, para teñir las telas que producían. Venían grandes goletas trasatlánticas, a recoger en San Francisco, los sacos llenos de dividive, que agrupaban los agricultores para vendérselos. En una de las goletas, llegó Antonio Justo Doria que, por el nombre, debía ser Español. No era un marino corriente, sino el sacerdote de la embarcacion. Cometió un inmenso disparate: ahorcó los hábitos, en vez de ahorcarse a él, Se quedó en San Fracisco, a vivir con una criolla de nombre Petronila González. Eso fué aproximadamente de 1862 a 1877. Él llegó sano, aparentemente sano, tuvieron varios hijos. Cuando pasaron los años, Antonio Justo presentó las manifestaciones de una enfermedad desconocida entre los pobladores. Le llegaron los movimientos, caminaba como si estuviera bailando, y lo mismo le sucedió a la mitad de sus descendientes. Habia nacido, el gr